martes, 19 de octubre de 2010

Reflexiones sobre Fuentes:


En su columna del 3 de septiembre de 2010 en el diario El País, el intelectual mejicano Carlos Fuentes, hace un llamado enfático frente al problema de las drogas y del narcotráfico y de la impotencia aparente que tienen los Estados frente a este.

Empieza por hacer un reconocimiento con nombres propios a los miembros más distinguidos de la Comisión Global Sobre Políticas de Droga: César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo, Amartya Sen y Javier Solana, entre otros.

Carlos Fuentes, apoyando el trabajo de esta comisión de ilustres, condena las políticas anti drogas que se han llevado a cabo en los últimos tiempos en el continente latinoamericano. Las condenan estos hombres tan pensantes por un motivo principal: las estadísticas muestran que, a pesar del aumento de fuerzas armadas y de recursos, tanto humanos como económicos, el tráfico de drogas va en aumento, y las víctimas fatales, tanto del consumo como de la violencia generada por el narcotráfico, han, también, aumentado.
Es muy importante decir que a pesar de que se condena el fracaso de algunas políticas no se propone la eliminación total de estas; se proponen vías alternas. Se propone no atacar la oferta sino el consumo de drogas, y no penalizar a los adictos, sino atacar los epicentros de narcotráfico. Se propone, pues, políticas generales de prevención, y sobre todo, una educación más fuerte, que brinde más y mejores oportunidades laborales a los jóvenes; sin estas oportunidades, se elegirá la única opción que queda para llevar el pan a la mesa: el tráfico de drogas –micro tráfico, además, pues se sabe que los grandes capos son los responsables directos del problema del narcotráfico.

Otro punto muy importante es la condena que hacen a las políticas carcelarias de Estados Unidos. Puesto que se está, en un error común, encarcelando a consumidores y a los pequeños traficantes; además, se entiende, que no se puede replicar esta política carcelaria al sur de la frontera, pues nuestras cárceles están repletas y son, más que cárceles, escuelas de crimen.



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