martes, 30 de noviembre de 2010

Reflexiones finales sobre la política de drogas: Dos visiones opuestas sobre la política internacional

La lucha contra el tráfico ilegal de drogas: una responsabilidad internacional:






A lo largo de este semestre, y mediante la investigación que estamos terminando, el grupo de estudio se llego, entre otras, a la siguiente conclusión: la política de drogas, debe afrontarse como una política internacional; y la lucha contra el tráfico ilegal de estupefacientes debe ser una responsabilidad de todos los países y de las organizaciones internacionales.


El petróleo, los metales y la madera, son bienes cuyo tráfico se controla internacionalmente. Se hace necesario que la política de las drogas sea también una práctica internacional, generalizada y homogenizada.


La droga se siembra en un país, se consume en otro, las ganancias están en otro, y las muertes en los tres. Esto hace que sea necesaria una política que integre a los tres tipos de naciones: consumidores, víctimas, productor (aunque hay países que están en las tres categorías).


Como vimos, hace menos de un mes, en California (el estado más rico de Estados Unidos), se pretendía legalizar la marihuana. Aunque al final no se aceptó el proyecto, y la marihuana sigue siendo ilegal, esto pone a pensar sobre las políticas de drogas. Ellos ponen los adictos, nosotros los muertos.


Es necesario romper con el paradigma, con la doble moral, y decir, de una vez, si se va a condenar la droga o si se va a legalizar. Si se escoge el primer camino, es necesario fortalecer la Interpol, y darle todos los recursos necesarios para que pueda atacar a productores y transportadores por igual. Además, sería necesario declarar ilegal la droga en cada una de las naciones. Si por el otro lado se escoge el segundo camino, más liberal y posiblemente más exitoso, es necesario empezar por legalizar en cada uno de los países la droga. Esto haría que el problema de las dogas trascendiera, der ser un problema de seguridad y de ultra violencia, a un problema de libertades y de salud. Ya no sería deber de los estados atacar a los narcotraficantes, sino prevenir el consumo; el estado debería regular la producción y la distribución cobrando impuestos altos, como los que se le cobran al trago y a los cigarrillos, ejerciendo su poder no represivo, y generando no una lucha, sino una conciencia contra las drogas. Para que esto sea posible, insistimos, es necesaria una política global de legalización, educación y prevención. Esta educación y prevención generaría un bloqueo inmediato, no contra el adicto cotidiano, el consumidor pequeño, sino contra el gran productor: “el capo”.


El Estado no se rinde cuando decide legalizar las drogas (en especial la marihuana); acepta su realidad, y entiende que no es la represión al consumidor lo que logra generar el cambio. Tres ex presidentes de Latinoamérica, Gaviria de Colombia, Zedillo de México y Cardoso de Brasil (los tres son liberales, y los tres terminaron con apreciación de sus gobernados, y con admiración internacional), han establecido que la política de drogas no está funcionado. Esto se debe, principalmente a ese ataque que se hace a un blanco errado. No se debe atacar al consumidor, sino al productor y al producto. El cambio de percepción es necesario, y se debe eliminar el precepto que nos hace pensar al drogadicto, como a un enemigo de la sociedad. Esto no se puede lograr cuando el traqueto, el gran mafioso, es respetado dentro de los círculos de poder del Estado y de la misma sociedad que enemista con la víctima (el productor sin educación, amenazado y campesino, y el drogadicto de a píe).


Es ahí donde se debe entrar a defender las libertades del individuo, y el Estado y la Comunidad Internacional debe plantearse la pregunta de hasta donde intervenir. Esto recuerda la frase de Thoreau “el mejor gobierno es el que gobierna poco”, y debemos decir, pues, hasta donde queremos que se nos gobierne.



La lucha contra las drogas como un esfuerzo que debe continuar



Generalmente cuándo nos referimos a la lucha contra las drogas inmediatamente lo relacionamos con el hecho que vivimos bajo un Estado opresor que no nos permite desarrollar nuestra personalidad y, en su lugar envía a sus jóvenes a luchar una peligrosa batalla contra las drogas que parece no rendir fruto y se alía con algún país lejano que se niega a aceptar que la responsabilidad es conjunta lo cual degenera en el circulo vicioso de muerte, represión y violencia en el que estamos enfrascados actualmente.


Sin embargo, las anteriores percepciones son una derivación que encuentra su cuna en la falta de información y rapidez al juzgar. En un principio es necesario que determinemos la naturaleza de nuestro enemigo: la droga. Este enemigo libra su batalla en dos frentes, el primero se materializa todos los días en todas las esquinas de las ciudades colombianas, el mismo que no nos da tranquilidad cuando caminamos por nuestras calles: este frente es el de la adicción. Un estudio del National Institute on Drug Abuse ha demostrado que no existe tal cosa como “consumo espontaneo” y que de hecho, el consumo es progresivo, es decir va en aumento y eventualmente cambia a drogas más fuertes pues el cuerpo se acostumbra a cierta droga lo cual le obliga a pasar a la siguiente. Los efectos de la adicción son muchos y además muy conocidos: hay una enajenación, la adicción es incontrolable, es necesario conseguir dinero para seguir consumiendo, lo anterior deriva en el crimen, entre muchas otras nefastas consecuencias. La droga tiene el potencial de llevarse generaciones enteras al abismo de la adicción, el cual parece ser un pozo sin fondo (1 de cada 10 farmacodependientes logra rehabilitarse definitivamente) aprovechando la actitud curiosa de los jóvenes para atraerlos a su muerte en vida.


El segundo frente de batalla es igual de virulento, pero mucho menos visible, este es el demonio de la coca que solo ven los soldados de la patria, quienes luchan día a día para contenerlo y eventualmente vencerlo: este es el fenómeno del narcotráfico. Un efecto claro de las drogas es la violencia, sin embargo esta no nace del carácter ilegal de las drogas, sino de su naturaleza intrínseca. Primero que todo es necesario aclarar que legalizar la marihuana no va a acabar con la imagen del capo o debilitar de ninguna manera a la guerrilla, pues la marihuana juega un papel mínimo dentro de su portafolio (7% según Juan Guillermo Ferro ) que se nutre a partir de la cocaína y el éxtasis principalmente, sustancias que jamás se debería considerar en legalizar por sus efectos mucho más nocivos que la marihuana. Dos claros casos que demuestra la naturaleza violenta de las drogas son los tristes casos de Perú y México quienes están sumidos en terribles batallas, no por el hecho que la droga sea ilegal, sino por el hecho de haber bajado la guardia, la extrema violencia que hoy se vive en México es la natural consecuencia del gobierno de Vicente Fox que bajó la guardia en la lucha contra las drogas y permitió el crecimiento de las mafias y finamente le heredó a su sucesor Felipe Calderón las mafias más terribles del continente.


Al haber aclarado la amenaza que son las drogas para las futuras generaciones y la violencia que estas causan, tenemos la premisa fundamental que las drogas son un mal que amenaza la sociedad y por tanto debe ser combatido, de esta manera tenemos un sustento ideológico detrás de la lucha: lo hacemos por las futuras generaciones.


Ahora es necesario pasar a los aspectos más prácticos de nuestra lucha. En un principio, la lucha contra las drogas no es una lucha que haya fallado, como argumentan varias organizaciones pro-legalización. De hecho, según las Naciones Unidas, desde el comienzo del Plan Colombia los cultivos de coca se han reducido a menos de la mitad (Ver grafico). A partir de la información suministrada por un organismo imparcial como la ONU podemos ver que la lucha contra las drogas no está fallando, de hecho ha tenido éxitos notables, por lo tanto resultaría ilógico abandonar una política que ha resultado exitosa.





Por lo tanto es necesario concluir que es necesario aceptar que las drogas son una amenaza para la sociedad y particularmente para los jóvenes por sus comprobados efectos nocivos sobre la salud mental, esta premisa fundamental nos obliga a luchar contra este mal y dicha lucha de hecho va bastante bien como se demostró anteriormente, sin embargo es necesario reforzar esta lucha y no bajar la guardia para poder seguir el buen camino y vencer en la lucha.

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